Recojan los pedazos que sobran, para que nada se pierda (Jn 6,12)
Resumen
El título de la presente reflexión está tomado de la escena de la multiplicación de los panes y los peces. El evangelista Juan es el único que nos tramite este mandato de Jesús a sus discípulos después de que toda la multitud quedara saciada.
Ciertamente nos encontramos en el contexto de la celebración eucarística, así lo sugiere el verbo eucharistéō, dar gracias: “Entonces
Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles
todo lo que querían” (Jn 6,11). Los pedazos sobrantes son signo de la riqueza de los dones de Jesús, que sobreabundan; son signo de que allí dónde todos los hombres y mujeres comparten en solidaridad, la escasez desaparece. Como dicen bellamente Mateos y Barreto (1979), “lo que estaba destinado a perderse, deberá ser principio de otras abundancias. Hay que multiplicar incesantemente el amor y el pan. La comunidad continuará la obra de Jesús” (p.318).